sábado, 21 de julio de 2012

Vértigo

Título: Vértigo
Resumen: Tom tiene vértigo. A cierta altura, le dan náuseas.
                  Pero no se esclarece el porqué le sucede los mismo cerca de su hermano, Bill.
Categoría: Slash
Advertencia: Incesto
Rating: 13+


Tom tenía vértigo.
Lo había descubierto hace relativamente poco, cuando el temor a caer de los escenarios se había desarrollado. No obstante, últimamente se había acrecentado: la distancia al piso parecía alargarse y le sobrevenían deseos de devolver lo poco que había comido antes. Y no sólo se aplicaba a los escenarios, las montañas rusas, por ejemplo, habían dejado de ser divertidas cuando empezó a mirar fijamente sus manos y a rogar porque el paseo terminara. Ya sólo iba si Bill se lo pedía expresamente.
De cualquier manera, había aprendido a disimularlo. No, lo había perfeccionado.
Cuando estaba en el escenario, se concentraba exclusivamente en su guitarra y miraba al público sólo si era esencial. Como única excepción se encontraba mirar a su hermano, pero no por mucho rato.
Cuando Georg o Gustav lo invitaban a escalar, él declinaba con la excusa de no ser una persona deportiva. Afortunadamente, Bill siempre lo respaldaba, aplicándosele en él, de hecho, la excusa.
Cuando debían parar en hoteles, sin importar el piso en el que estén, él nunca observaba por la ventana, y ascendía o descendía únicamente por ascensor.
Y aunque su máscara de serenidad era invisible, seguía siendo, lamentablemente, sólo eso: una máscara. No le servía en absoluto para conseguir esclarecerse y explicarse el por qué a veces sentía náuseas cuando contemplaba detenidamente a Bill.
A veces era cuando su hermano se concentraba en cantar perfectamente una nueva canción, otras cuando el hastío consigo mismo se adueñaba de su expresión al no lograr su objetivo. A veces era cuando sonreía alegremente al estar junto a la gente que quería, otras cuando disfrutaba de su postre favorito. A veces era cuando estaba emocionado de sobremanera por un nuevo piercing, otras cuando se vestía producidamente para una ocasión especial…
Sí, Tom sentía náuseas; y cada vez se hacían más continuas.
Bill sólo tenía que abrazar sus hombros o acariciar su brazo para que los objetos a su alrededor den vueltas por unos minutos, sin explicación alguna.
Una vez oyó a Georg comentar —en su etapa cursi— que sentía un cosquilleo en el estómago cada que estaba con su novia. Atónito, Tom no logró concretar una réplica mordaz.
Porque él sentía cosquilleos estando cerca de Bill, cosquilleos que luego se convertían en retorcijones. Y cuando ya sentía esos retorcijones y Bill elegía ese justo instante para ser cariñoso —ya sea a través de alguna palabra o gesto—, él debía hacer acopio de toda su fuerza para no demostrar sus mareos ni las náuseas que lo embargaban.
Se había negado a siquiera pensar sobre ello durante mucho, mucho tiempo, respaldándose en la tranquilidad de la indiferencia.
Hasta un día en especial, en el que subieron al avión y Bill se sentó a su lado —junto a la ventanilla, porque hacía tiempo que Tom se acomodaba primero del lado del pasillo—. Pero ese no fue el problema. No, el problema fue que Bill se durmió en su hombro y entonces los retorcijones empezaron. El silencio en el que se había sumido el avión no ayudó a serenar su mente cuando el recuerdo de las palabras de Georg lo asaltaron. Él sentía cosquilleos cerca de su hermano, pero también su corazón bombeaba apresuradamente y todo lo demás a su alrededor se movía en un vaivén intermitente.
Cuando cayó en la cuenta de que Georg sentía aquello porque estaba enamorado de su novia, Tom tuvo arcadas. Él no podía
Y, sin embargo, por un impulso rozó los labios de su dormido gemelo y sintió que estaba suspendido en el aire, a miles de metros por encima de donde ya estaba, con un calorcillo proveniente de algo similar al sol expandiéndose por su cuerpo y la sensación de estar acariciando las nubes con sus labios…
Se apartó bruscamente.
La primera reacción que tiene cualquiera frente al amor es sonreír, ¿no? Pues su primera reacción fue correr hacia el baño del avión y vomitar.
Bill le producía vértigo. Bill le producía amor. Bill le producía dolor.
Porque no podía, no debía estar enamorado de él. De su hermano. Gemelo.
Así que Tom eligió disimular. Después de todo, era un experto. Sólo evadía miradas delatoras, roces innecesarios y conversaciones peligrosamente profundas. Así pretendió estar bien durante mucho, mucho tiempo; hasta que un día, en plena gira, explotó.
—Bill, me das vértigo.
Su hermano lo miró atónito durante unos segundos y luego rió divertido.
Afortunadamente —¿o desafortunadamente?— su gemelo no había interpretado correctamente el significado de sus palabras. Él sonrió amargamente y prefirió no explicarse a sí mismo.

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