miércoles, 18 de julio de 2012

Glamour


Título: Glamour
Resumen: Gustav, gacela, gripe, gato, genios, glamour, glorificar, grandilocuencia, glamour, gruñido, Bill.
               ¿Bill? Sí, Bill. Y Gustav reflexionando sobre su glamour.
Categoría: General
Nota: Drabble para la actividad "Tokio Hotel de la A a la Z", del Blog de Autores de TH Fics. El banner fue un regalo de Labsente~


Gustav no pudo evitar reír con la imagen enfrente: Bill estaba con una frazada enorme, agazapado como gacela sobre el sofá, el ceño fruncido y con ataques de tos. E inmediatamente empezó a quejarse de no verle «la puta gracia» a su situación mientras se rascaba la lastimada nariz.
Tampoco pudo evitar sentir lástima: Bill había vuelto a Alemania para participar como invitado en un show y se había visto atrapado en la peor temporada de nevadas, que concluyó en una gripe fulminante. Aun así, mantenía la espalda recta y la cabeza en alto, sin descomponer su efigie de estrella.
Y no pudo evitar una punzada de envidia: cuando cualquiera estaría desvanecido sobre la cama, Bill continuaba demostrando su… glamour.
Sí, no podía hallar mejor definición del estilo de vida del otro —quien ahora contemplaba receloso la botella de jarabe para la tos y procuraba mantener sus manos ocupadas en acariciar a su gato— y de su gemelo. Ambos eran celebridades mundiales, vivían en Los Ángeles, tenían entradas VIP a cientos de fiestas y miles de fanáticas que los consideraban genios y que glorificaban cada nimio aspecto de sus vidas.
Aunque, si otorgaba a la palabra su sentido fashionista, era indudablemente Bill el glamoroso. Desde chico, cuando se arreglaba su propia ropa con aquellos toques góticos, hasta la actualidad que vestía de diseñador, Bill imponía su estilo desbordante de refulgentes cadenas y brillantes tachas. También era quien siempre estaba perfecto, a quien todos querían imitar y a quien —parcialmente, gracias a su grandilocuencia— todos querían seguir.
Gustav podía admitir objetivamente que Bill era atractivo y que causaba fascinación en cualquiera, por lo que no le parecía raro que hubiese sido abducido voluntariamente en aquel universo paralelo que creaba la fama, inundando de glamour.
—Odio el jarabe para la tos —comentó Bill con un gruñido—. Toda mi vida lo odié. ¡Es asqueroso! ¡¿Por qué diablos lo que hace bien sabe horroroso?! ¡Es… como la prensa! ¡Es insoportable y siempre se meten en todo, pero tenemos que soportarlo si no queremos enviarlo todo a la mierda!
Risueño, Gustav se sentó enfrente pensando que sólo Bill podía verse glamoroso mientras desvariaba, y empuñó la cuchara al ras de medicina. Bill la aceptó desganado e inmediatamente manoteó la Coca-cola.
«Exagerado», pensó Gustav.
—Hey, perdón. Se suponía que… —Bill se interrumpió para toser—. ¡Mierda! Que íbamos a salir, pero… —Otro ataque de tos.
Gustav se sorprendió. Era raro verlo disculparse, no se correspondía con su estilo, su glamour.
—Está bien, Georg está viniendo con la Wii —contestó, alegre de que el glamour no se le hubiera subido a la cabeza (bueno, no lo suficiente) como para olvidarse de sus amigos.
O, quizás, el hecho de saberlo glamoroso, hacia todas sus acciones glamorosas…
Palmeó la espalda de Bill y éste eructó sonoramente; entonces ambos estallaron en carcajadas. Y allí, con aquella risa, Gustav se encontró con Bill, aquel que estaba más allá del glamour y de la gripe, aquel del que estaba gustoso llamarse amigo.

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