Título: Glamour
Resumen: Gustav, gacela, gripe, gato, genios, glamour, glorificar, grandilocuencia, glamour, gruñido, Bill.
¿Bill? Sí, Bill. Y Gustav reflexionando sobre su glamour.
Categoría: General
Nota: Drabble para la actividad "Tokio Hotel de la A a la Z", del Blog de Autores de TH Fics. El banner fue un regalo de Labsente~
Gustav no pudo evitar reír con la imagen
enfrente: Bill estaba con una frazada enorme, agazapado como gacela sobre el
sofá, el ceño fruncido y con ataques de tos. E inmediatamente empezó a quejarse
de no verle «la puta gracia» a su situación mientras se rascaba la lastimada
nariz.
Tampoco pudo evitar sentir lástima: Bill
había vuelto a Alemania para participar como invitado en un show y se había
visto atrapado en la peor temporada de nevadas, que concluyó en una gripe
fulminante. Aun así, mantenía la espalda recta y la cabeza en alto, sin
descomponer su efigie de estrella.
Y no pudo evitar una punzada de envidia:
cuando cualquiera estaría desvanecido sobre la cama, Bill continuaba
demostrando su… glamour.
Sí, no podía hallar mejor definición del
estilo de vida del otro —quien ahora contemplaba receloso la botella de jarabe
para la tos y procuraba mantener sus manos ocupadas en acariciar a su gato— y
de su gemelo. Ambos eran celebridades mundiales, vivían en Los Ángeles, tenían
entradas VIP a cientos de fiestas y miles de fanáticas que los consideraban
genios y que glorificaban cada nimio aspecto de sus vidas.
Aunque, si otorgaba a la palabra su sentido fashionista, era indudablemente Bill el
glamoroso. Desde chico, cuando se arreglaba su propia ropa con aquellos toques
góticos, hasta la actualidad que vestía de diseñador, Bill imponía su estilo
desbordante de refulgentes cadenas y brillantes tachas. También era quien
siempre estaba perfecto, a quien todos querían imitar y a quien —parcialmente,
gracias a su grandilocuencia— todos querían seguir.
Gustav podía admitir objetivamente que Bill
era atractivo y que causaba fascinación en cualquiera, por lo que no le parecía
raro que hubiese sido abducido voluntariamente en aquel universo paralelo que
creaba la fama, inundando de glamour.
—Odio el jarabe para la tos —comentó Bill con
un gruñido—. Toda mi vida lo odié. ¡Es asqueroso! ¡¿Por qué diablos lo que hace
bien sabe horroroso?! ¡Es… como la prensa! ¡Es insoportable y siempre se meten
en todo, pero tenemos que soportarlo si no queremos enviarlo todo a la mierda!
Risueño, Gustav se sentó enfrente pensando
que sólo Bill podía verse glamoroso mientras desvariaba, y empuñó la cuchara al
ras de medicina. Bill la aceptó desganado e inmediatamente manoteó la
Coca-cola.
«Exagerado»,
pensó Gustav.
—Hey, perdón. Se suponía que… —Bill se
interrumpió para toser—. ¡Mierda! Que íbamos a salir, pero… —Otro ataque de
tos.
Gustav se sorprendió. Era raro verlo
disculparse, no se correspondía con su estilo, su glamour.
—Está bien, Georg está viniendo con la Wii
—contestó, alegre de que el glamour
no se le hubiera subido a la cabeza (bueno, no lo suficiente) como para
olvidarse de sus amigos.
O, quizás, el hecho de saberlo glamoroso,
hacia todas sus acciones glamorosas…
Palmeó la espalda de Bill y éste eructó sonoramente;
entonces ambos estallaron en carcajadas. Y allí, con aquella risa, Gustav se
encontró con Bill, aquel que estaba más allá del glamour y de la gripe, aquel del que estaba gustoso llamarse amigo.
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