Título: El escritor
Resumen: «Escribe algo sobre mí», le había pedido Bill una vez.
Tom prometió que algún día lo haría, y el día había finalmente llegado.
Categoría: Slash
Advertencia: Incesto, violencia.
Rating: 16+
«Escribe algo sobre mí», le había pedido Bill una vez.
Tom se había negado alegando que él no era bueno con las palabras; simplemente no le fluían poéticamente y coherentemente como sí les sucedían a otros. Bill le había insistido con persistencia hasta que Tom prometió que algún día lo haría.
«Escribiré sobre ti y será grandioso. Toda una obra de arte, ya verás.»
Y el día finalmente había llegado y Tom se encontró a sí mismo sosteniendo con firmeza una pluma. No había podido encontrar alguna lapicera que lo conformara, entonces escogió una pluma en su lugar ya que ésta, a pesar de tener la punta quebrada, era perfecta. Además, instauraba un aliciente romántico y arcaico que, debía admitir, resultaba atractivo.
Pluma en mano, comenzó a trazar con fuerza y concentración las primeras palabras. Le tomaba un buen rato cada frase, ya que ponía especial atención en que el trazo no le temblara y que fuera legible. Además, la superficie que había elegido no era tan lisa como siempre había creído, al menos no como para ser el soporte de su historia.
Tras lo que calculó media hora, se levantó desde su posición encorvada y se estiró, mas la emoción trepó por su cuerpo y lo alentó a ir hacia el encuentro de la mirada almendrada de Bill.
—Escribí mucho sobre ti, Bill. Es más fácil de lo que pensaba —comentó alegre mientras acariciaba con afecto su mejilla—. ¿Quieres que te lea lo que llevo hasta ahora? —preguntó de repente y contempló los ojos grandes y brillantes de Bill—. ¡Bien! Aunque no es mucho, y eso que achiqué la letra para que pueda caber todo lo que quiero contar…
Tom volvió rápidamente a su lugar anterior, se humedeció los labios y tragó saliva como preparación para leer en voz alta, acción que antes nunca le había agradado demasiado.
—Tu quédate así, quieto, únicamente —Tom pidió con suavidad antes de carraspear—. «Billy es un lindo chico, con una sonrisa grande y unos hermosos ojos avellana…» —se interrumpió a sí mismo por unos segundos, con aire dubitativo—. Ojos avellana, ¿está bien dicho así? ¿Qué dices, Bill? ¿No? Agh, debería haber puesto «ojos marrones», así era más fácil —se lamentó con un poco de amargura—. Como sea; «Billy es muy simpático, regala sonrisas a quien le hable y suele ser muy efusivo. También habla hasta por los codos y antes era siempre amonestado por no mantener la atención en clases. Además, es coqueto y usa maquillaje como si lo necesitara.
»Billy adora organizar fiestas; fiestas donde él es el único invitado. Le ofrece bocadillos al osito Gusti, bebe junto a Teddy y ríe a carcajadas con las ocurrencias de Geo. Todo gira alrededor de Billy; él es el alma de la fiesta y el agasajado. Su cabello es oscuro como la noche, las estrellas brillan en sus ojos y el mundo acaba a sus pies.
»Todos adoran a Billy, y ¿cómo no adorarlo? Si su belleza es de otro planeta y su personalidad es atractiva…» Acá no estoy muy seguro de si «atractiva» es la palabra que debe ir —volvió a interrumpirse Tom, mientras fruncía levemente sus labios—. Tal vez, «cautivadora». ¿Tú qué crees? Ya, lo de los sinónimos no es lo mío. Igual, ya puse «atractiva» y «atractiva» quedará —resolvió—. Ya, Bill, no te impacientes —rió y estiró su brazo para frotar suavemente el hombro derecho de su hermano—; ahora sigo. «... ¿cómo no adorarlo? Si su belleza es de otro planeta y su personalidad es atractiva, tanto como la gravedad misma.
»Pero Billy no es perfecto. Billy tiene cosas tan buenas que terminan siendo malas.
»Billy es traicionero.»
Tom se levantó nuevamente y buscó otra vez los ojos esquivos de Bill. Apartó un mechón de cabello que le caía sobre la frente y delineó con las yemas de sus dedos el límite entre el rostro albino de Bill y las raíces más oscuras de su cuero cabelludo. El tiempo discurría con parsimonia y, cuando la voz grave de Tom no se alzaba, solo sonidos guturales y apenas audibles se apoderaban del silencio.
—¿Te gustó?
Bill sacudió su cabeza frenéticamente y Tom contorneó ligeramente las cejas, como si estuviera consternado.
—De cualquier forma, aún no acabo. Solo me quedé sin espacio allí —comentó y se paró, dispuesto a darle vuelta y continuar del otro lado cuando las manos de Bill se aferraron desesperadamente a las suyas—. Tranquilo, Bill —susurró mientras acariciaba las palmas ajenas—; déjame terminar nomás.
Se soltó del agarre de Bill y acomodó con suavidad las muñecas de este tras la nuca. Luego retomó la pluma e hizo fuerza con la mano izquierda para evitar movimientos que importunaran su trazado cuidadoso de cada palabra. Se concentró en cada recta y deliberó en cada curva. Abrazó con sus dedos la pluma mientras esta abrasaba cada pensamiento de Tom en aquella superficie paradójicamente firme y blanda al mismo tiempo.
Trazó y escribió.
De sus labios escapó una pequeña retahíla de insultos cuando presionó más fuerte de lo que debía y una mancha se produjo sobre el escrito. Temió que éste no se comprendiera así que se apresuró a intentar limpiar con sus dedos, con premura y cuidado, hasta que la mancha se redujo considerablemente. Contempló por unos segundos sus propios dedos pigmentados de carmín y luego alzó la mirada para encontrarse con la de Bill. Apremiante, cristalina.
—Ya casi termino —aseguró Tom y volvió a agarrar la pluma.
Pero transcurrieron más de quince minutos hasta que una sonrisa pequeña se dibujó en su semblante. Abandonó la pluma sobre la mesa y se alejó un poco para admirar su obra. No estaba fascinado en lo absoluto con ella, pero sí sentía el cosquilleo de la satisfacción recorriendo su cuerpo.
—Ahora sí, Bill. Terminé —anunció y se sentó al lado de su hermano, mientras intentaba distraídamente difuminar las machas de sus dedos—. ¿Te leo? —preguntó, pero se rehusó a advertir respuesta alguna y prosiguió—. «Billy no quiere sufrir, aunque no le interesa si él hace sufrir a alguien. Recibe lo que desea, toma lo que necesita y da si quiere.
»Billy parece encantador, y lo es. Encanta con sus palabras, con sus actitudes, con sus gestos; y así obtiene lo que sea. Aunque Billy parece no saber bien qué quiere. Atención, amor, admiración… todo se nubla y se confunde.
»Billy toma a su hermano Tomi y le habla y lo encanta. Le hace realizar promesas, estar pendiente y prestarle compañía. Lo abraza, lo acaricia y lo besa. Lo alienta a recorrer el mundo en minutos y sin moverse de su sitio. Le hace cometer aberraciones con palabras dulces y luego lo abandona en un remolino que lo hunde y lo hunde y lo ahoga.
»Billy le dice a Tomi que todo está en su cabeza»
Tom se sumió en el silencio por algunos segundos. Notó que le faltó el punto final, pero no le dio importancia. Estaba seguro de que habría algún que otro error ortográfico o gramatical, pero en ese momento le era más que indiferente. Observó sí con ojo crítico los trazos rojizos; algunos más hinchados que otros, algunos sangrando incluso. Eventualmente, sintió sus músculos pesados y su corazón estrujado.
Se recostó en toda su extensión enfrente de Bill, lo tomó del mentón y volteó su rostro para mirarlo directamente a sus ojos aterridos.
—¿Te gustó, Bill? —cuestionó mientras le recorría lentamente la mandíbula con la yema de sus dedos. Su hermano sacudió la cabeza, con valentía—. ¿No? A mí tampoco. —Vio la expresión de su gemelo de incredulidad ante su afirmación; también notó cómo se tornaba en una de dolor a medida que él descendía sus dedos por el cuello y por el torso y sentía la textura conformada en éste—. Tú me pediste que escriba algo sobre ti y tú me diste la inspiración para ello, Bill —se explicó, su voz poseía un matiz de resentimiento superior al que creía sentir—. Yo realmente no…
Sus palabras se desvanecieron en el aire entre ellos. Tom acercó ligeramente su rostro al de su hermano, pero este se encogió en sí mismo y giró un poco la cabeza. Tom suspiró sabiéndose rechazado y continuó rozando con los dedos la piel de Bill, a lo ancho de su pecho y camino a su espalda, impregnando su propia piel en el acto. Echó un último vistazo a la mirada de su gemelo, acusadora y temblorosa.
Algo en él se derrumbó.
—No me mires así. ¡No estoy loco, tú lo has causado! —dijo en una defensiva desesperada. Presionó con fuerza la espalda de Bill, sin intención, y este gimió de dolor.
Tom se alarmó mas, luego, se preguntó quién estaba más adolorido.
—Voy por unas vendas y alguna pomada para las cicatrices —informó y se paró con dificultad. Sentía plomo en su estómago y tenía los hombros hundidos.
Bill intentó emitir algún sonido y estirar sus manos hacia su hermano. Tom lo miró por encima del hombro y negó lentamente con la cabeza antes de abandonar la habitación.
No se sentía listo para desatar a su hermano, menos aún quitarle el pañuelo de la boca. No se sentía listo para afrontar las consecuencias. En su mente todo tenía justificación: si él debía fingir que no estaba enamorado de su hermano, Bill bien podría fingir que nunca le habían hecho daño.
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