Categoría: Slash
Pareja: Tom/Bushido
Nota: Prompt-castigo de Aelilim, drabble del foro TH Fanficcionario.
—Dilo.
Tom negó con la cabeza, risueño.
—Venga, dilo.
Volvió a negar mientras
acariciaba las cuerdas juguetonamente con las yemas de sus dedos.
—¿Por qué?
—Porque no lo eres. Bill y yo
también somos músicos, ¿lo olvidas?
Tom empezó a rasgar las cuerdas,
rozándolas con fruición en una melodía producida al azar. Él se debatía entre
maravillarse con las sensaciones o iniciarse en un declive hacia la locura.
Quizás ambas.
—¿Rapero? —Pero no se daría por
vencido; eso jamás.
—Samy Deluxe —canturreó el otro
a la vez que desviaba su mano en un recorrido por el mástil. Recorrido que Tom
conocía de memoria y que hacía bulla en él.
—¿Persona?
Tom suspiró y atrapó una clavija
con el único propósito de tensar la cuerda, experimentar hasta qué punto
llegaba.
—Ya lo hablamos, Anis. Mi
hermano está ante todo.
Él asintió condescendiente y se
permitió durante unos segundos doblegarse ante la supremacía momentánea de Tom.
Este frotaba el mástil, acariciaba las cuerdas y las tensaba al máximo. Todo
con una sonrisa ladina, característica suya.
Aquello era un juego que Tom adoraba;
explorar límites, delinearlos, presionarlos y difuminarlos. Era un juego de
niño travieso que él le complacía, secretamente fascinado, a pesar de que
pudiera poner a prueba su cordura, ni hablar de su paciencia.
En la intimidad él se mostraba
permisivo frente a los juegos del otro. Lo dejaba crearlos, establecer las
reglas, hacer trampas y, casi siempre, ganar. Pero eso no significaba que no
batallaba, ferozmente si era necesario.
—¿Acaso no soy nada para ti?
Tom se paralizó por unos
segundos y alzó la mirada; aquella que pecaba de egocentrismo y que, de alguna
forma, lo había cautivado. No le transmitió mucho más
que su enfado: Tom odiaba que le hagan trampa. Luego, volvió a
acariciar, raudo.
Aquella melodía hipnotizante y
avasalladora lo mantenía preso, mas no le importaba.
Cuando finalmente había dejado
su orgullo a un lado y había escalado por la escabrosa ladera de la atracción
magnética, él mismo se puso los grilletes. Por el momento, no tenía ni la más
mínima intención de apartarse de Tom Kaulitz y de lo-que-fuera que ambos
tenían.
Por ello, lo atrajo hacia sí,
retuvo sus manos con algo de fuerza y unió sus bocas con rudeza —no que les
molestara— en un combate intensivo por tener el poder. Estaban entrando en la
recta final del juego, el calor enfebrecía, la ropa estorbaba y las caderas se
entrechocaban. La melodía se había vuelto pegajosa y él le dio letra mientras
la inclemente lengua de Tom ganaba terreno en su cuello y las trenzas negras prepotentes
azotaban su clavícula como la estela del ganador.
—¿Amante favorito?
Tom se carcajeó suavemente y
atacó con mayor ferocidad su boca, mas se dejó abrazar mientras la melodía se
intensificaba.
Él sonrió victorioso: había
ganado.
Lo había hecho el día que logró
meterse entre las piernas de Tom Kaulitz.
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