viernes, 20 de julio de 2012

Sombrero Seleccionador


Título: Sombrero Seleccionador
Resumen: Todos tuvieron que se seleccionados al ingresar, él se hizo cargo.
Categoría: General



Sirius Black
            Estaba rodeado de niños, nerviosos en su mayoría. Pero él no. Estaba confiado, se sentía seguro; nadie era como él: ninguno de los demás sabía con seguridad a que casa pertenecería.
Mientras oía la canción de bienvenida, se dedicó a observar a su alrededor. Había un chico un poco desgreñado, un gordito nervioso, un morocho de cabello revoltoso, una pelirroja asombrada, un chico cohibido
¡Black, Sirius!
Sintió cómo inmediatamente la mayoría de las cabezas del gran salón se dirigieron hacía él.
Avanzó, se sentó con calma y dejó que le coloquen el Sombrero Seleccionador encima de sus oscuros cabellos.
Oh, un Black
Luego hubo un pequeño mutismo.
¡Vamos! Sólo di Slytherin como con toda mi familia y terminamos con esto pensó.
¿Oh? ¿Realmente piensas eso?
Sirius estaba por contestar cuando con una palabra dictó su futuro.
¡Grynffindor!
Sirius estaba sorprendido. No sabía si festejar o resentirse.
Se sacó el sombrero y se acercó con su elegante caminar a una mesa que apenas aplaudía con los ojos bien abiertos. Todo el Gran Salón estaba atónito. Un Black, en Grynffindor.
Ese día, Sirius fue tachado como la oveja negra de los Black.

Lily Evans
¡Así que Hotwargs era de ese modo! A pesar de haber estado asustada le había sido difícil asimilar repentinamente que no era normal y que tenía poderes, que era una hechicera y podía hacer magia no podía esconder su contento ante tan imponente castillo.
A pesar de tener, lo que ella llamaría, un pequeño conocimiento de cómo era ese lugar, le maravilló el techo que simulaba un cielo nocturno, admiraba con sus ojos verdes las miles de velas flotando e iluminando el lugar, las puertas de antaño que era demasiado difícil de encontrar en la ciudad. Aunque estaba impaciente por saber a cuál casa ingresaría, dónde ella dormiría en sus dormitorios, estudiaría con compañeros de esa casa, disfrutaría de una sala común... y por siete años.
Tenía la certeza de que sus padres la apoyarían, habían estado complacidos cuando llegó la carta que le informaba que estudiaría en el prestigioso Hotwargs. Ellos seguramente sabían desde antes que, a pesar de ser humanos, tenían una hija hechicera
¡Evans, Lily!
Era su turno. Se sentó y esperó a que la profesora coloque el sombrero sobre su cabellera pelirroja.
Uhm Tienes una inteligencia digna, pero hay algo más escuchaba atentamente la voz en su cabeza algo de gran valor para...
¡Grynffindor!
Se quitó el gorro, se acercó a la mesa llena de aplausos, y se sentó cerca de un chico de ojos grises, que disimulaba muy bien su encanto. Observó la selección de los demás, contenta de haber entrado al prestigioso Hotwargs, deseando convertirse en una gran hechicera.

Remus Lupin
Observaba temeroso su alrededor. Esperaba, deseaba, que nadie se diera cuenta de su problema.
Había logrado entrar en Hotwargs, feliz de haber podido. Y todo gracias a aquel hombre barbudo y de buena disposición, sonrisa serena y rostro amigable. Le habían asegurado tener la solución para que nadie sufra ante sus problemas con la luna. Todos excepto él, le había dicho cerrando los ojos con pesadumbre. No importaba, había accedido, era su problema y mientras pudiera cursar en ese colegio no le interesaba mucho lo que sufriría.
Pero ahora sí. Iba a inventar un centenar de mentiras durante los próximos años. Con miedo miraba a su alrededor, seguro de que alguien se daría cuenta. Si en sus desapariciones, alguien tomaba nota de las noches y se fijaba en la luna; en como podría volver con alguna lastimadura o vieran una cicatriz delatora, si no se creían sus engaños, si
¡No seas tímido! ¿Cómo te llamas?
Lo sobresaltó un chico sonriente con anteojos. Él tenía miedo, ¿y en cambio parecía tímido?
Yo
¡Lupin, Remus!
Con la cabeza hizo un gesto de disculpa y se acercó y se sentó en el taburete. Apenas el gorro se apoyó sobre su cabeza, dictaminó.
¡Grynffindor! Estaba por sacarse el sombrero cuando escuchó una oración final—. No te preocupes tanto, niño.
Llegó a la mesa de su casa, y se acomodó frente a una chica de ojos verdes y al lado de un alumno mayor. Confiando en el sombrero, sonrió.

Peter Pettegriw
¿Hufflepuff? ¿Slytherin? ¿Y si era Grynffindor? ¿O tal vez sería Ravenclaw? Pensó mirando el águila de dicha casa. No, no confiaba tanto en sí mismo, ni en su inteligencia, como para ir a dicha casa.
Observó las mesas, en todas había alumnos ansiosos, hablando entre sí o contemplando el espectáculo de principio de año, la selección de los novatos, y unos pocos mirando sus platos. Eso le hizo recordar que tenía hambre y que tal vez no podría esperar hasta el gran banquete del que había oído hablar a algunos alumnos mayores en el tren. Se arrepentía de no haber comprado nada a la señora con el carrito, pero sabía que por nervios era capaz de devolver el estómago y no quería pasar vergüenza.
Con pavor, miró rápidamente la mesa de Slytherin, llena de alumnos vestidos de negros con corbatas de un interesante verde oscuro y plateado. Las caras de estos no parecían muy amigables. Un escalofrío recorrió por su espalda.
¡Pettegriw, Peter!
Con paso semi torpe se sentó.
Cualquier casa está bien pensó resignado.
¿Cualquiera? ¿Seguro? ¿Incluso Slytherin?
Peter tragó saliva y cerró los ojos con fuerza.
¡Grynffindor!
Abrió los ojos, agradecido. Se acercó a la mesa que aplaudía y se sentó enfrente de un chico de cabello castaño.
Era un Grynffindor no obstante, ¿era realmente valiente? Nunca se creyó así. Tal vez el sombrero se haya equivocado, pero a su saber nunca se equivocaba. 
Levantó la mirada con un orgullo casi inexistente. Era un Grynffindor.

James Potter
Sería parte de Hotwargs, un lugar de estudio, un castillo gigantesco con aulas, un gran jardín con un lago, con habitaciones, compartiría con otros alumnos iguales a él, y además había un bosque prohibido. Sólo que la palabra prohibido no estaba en su diccionario. Hotwargs era un lugar regido por reglas. Y las reglas estaban hechas para romperse, o por lo menos la mayoría.
Había hablado con algunos chicos nuevos como él, pero casi todos parecían ansiosos o nerviosos. Sólo unos pocos no compartían esas emociones. Y él, sabía que era uno de ellos. No sabía a qué casa iría a pertenecer, y tampoco le importaba mucho.
Sabía mas o menos qué hacía que el sombrero elija a cada quien en una casa; a Ravenclaw, la inteligencia, para Slytherin era el ser sangre pura y ambicioso, Grynffindor requería coraje, y Hufflepuff bueno de Hufflepuff no se acordaba exactamente. Por descarte, estaba seguro que iba a Grynffindor, o a Hufflepuff. Sin embargo, no estaba seguro, porque en Grynffindor habían entrado algunos que no parecían muy valientes. Tal vez lo eran de verdad, y luego se mostrarían.
Y recordaba lo que su padre contó sobre la rivalidad Grynffindor-Slytherin.
¡Potter, James!
El sombrero apenas tocó algunos de sus revoltosos cabellos y gritó.
¡Grynffindor!
¡Ja! rió satisfecho y corriendo se acercó a un chico de ojos grises que miraba la mesa de Slytherin. Lo conocía, era el Black errante, como lo llamaba para sus adentros. No parecía triste de pertenecer a los Grynffindor.
Se sentó a su lado y señalándole la mesa del verde y plata, dijo:
Mírala bien, porque desde ahora empieza nuestra guerra contra ellos.
Y nosotros ganaremos, por supuesto. Ambos sonrieron y James lo reconoció enseguida como un amigo.

Severus Snape
Miraba con sus oscuros ojos el Gran Salón. Era grande, pero no le asombraba. Sabía de antemano que el lugar tenía la capacidad para albergar esa gran cantidad de personas. Lo que más le interesaba era la mesa de una casa. Slytherin. Con ansias e insatisfacción contemplaba la mesa de la que tanto oyó a su madre hablar.
Apartó la vista, ocultándose tras una cortina de su pelo negro. Con amargura, observó la selección de los demás alumnos ante que él. Debía admitir que el que un Black no fuera sido enviado a Slytherin lo sorprendió, pero a la vez lo llenó de acidez y antipatía. Él que podía entrar fácilmente a su casa soñada como toda su prestigiosa familia, terminaba en Grynffindor. Luego vio a uno de anteojos y lo reconoció resentido; había jugado una broma en la que se involucraba él y una traba que lo hizo tropezar.
¡Snape, Severus!
Se sentó y dejó que el Sombrero Seleccionador se posara sobre su cabeza.
Slytherin suspiró internamente resignado.
¿Así que quieres entrar en Slytherin?
Soy mestizo. Todos saben que
¡Slytherin! gritó. Snape se sorprendió, recién había dicho que es mestizo. A Slytherin le importa otras cosas, además.
Severus alzó la vista con orgullo y se encaminó a una mesa verde y plata que se agitaba ante la llegada del nuevo alumno. Reflexionó, a medida que se acomodaba el cabello y se sentaba, que nadie tenía por qué enterarse que era un hijo mestizo.

Fred Weasley, George Weasley
Desde que veían y oían a sus hermanos y padres hablar del gran colegio discutían que harían en él. Y siempre terminaban sintetizándolo en la misma palabra: divertirse. En cuanto llegaron a la plataforma 9 ¾, sus manos se entrechocaron y un juramento mudo se realizó entre los dos. Sacarían el mejor provecho de esos próximos años. 
En la espera para ser seleccionados, se entretuvieron poniendo nerviosos a algunos niños, bromearon sobre otros y sobre ellos mismos. A dónde irían a parar, no estaba dentro de su interés. Esperaban únicamente no ser separados. Eran hermanos y mejores amigos, siempre hicieron todo entre los dos y querían alborotar Hotwargs juntos.
Aunque debían admitir que cuando se encontraron con el poltergeist, Peeves, sintieron amargura. Y no era exactamente por la existencia de otro bromista pesado que les haga la competencia. No, sino que era su pésimo chasco de recibimiento, que causaba gracia solamente al poltergeist.
Evitaron mirar la mesa de Grynffindor, la mirada furtiva y reprendedora de su hermano Percy, siempre intentando mantener la compostura completamente serio. A pesar de que Charlie y Billy, sus hermanos mayores, normalmente estaban risueños ante sus chistes.
Ya quedaban muy pocos niños. Ellos dos, una niña que se debatía entre parecer segura o demostrar su nerviosismo y un chico de aspecto hosco.
¡Weasley, Fred!
Ambos se miraron y sonrieron maquiavélicamente. Luego, avanzó.
Weasley pero tú no eres Fred, niño.
¿Qué dices?
Intentar engañarme a mí es como tratar de hacerlo con Dumbledor, George.
George se desalentó. Los habían descubierto.
¡Grynffindor!
Se quitó el sombrero, cruzó una mirada de abatimiento fugaz con su hermano y se acercó a la mesa donde Percy aplaudía fuertemente, aunque no parecía realmente emocionado, y Billy y Charlie lo recibieron con una sonrisa.
¡Weasley, George!
Deberían decir «Weasley, Fred» oyó en su cabeza apenas el gorro hizo contacto con sus cabellos rojos. Hazles compañía a tus hermanos
¡Grynffindor!
Fred se sacó el sombrero y corrió a sentarse al lado de su hermano gemelo, con el cuál entrechocaron sus manos con alegría y triunfo.
Luego observaron como la profesora McGonagall llamaba al penúltimo alumno de la lista, el chico de gesto tosco.
La profesora parece seria comentó Fred.
Será divertido jugar con ella y
—… con el celador Filch  sonrieron ambos.
Contemplaron todo el gran salón. En cualquier caso, había más profesores para hacer renegar, y la casa Slytherin con la cual, estaba seguro, batallarían por cualquier cosa.
Y, claro, no podían olvidarlo. Su otro contrincante, Peeves.
Los próximos años serían divertidos.

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