—Tú eres Keiko, la nueva del instituto. ¿Y preguntas
quiénes son aquellos dos? ¿Los que están bajo el árbol de Sakura, abrazados y
haciéndose mimos? Ellos son Sakura Kinomoto y Shaoran Li, de último año... ya
están viendo por alguna universidad a la que puedan ingresar juntos. ¿Quieres
saber cómo se conocieron? ¿Sí? Pues fue así:
»Sakura, de chica, como a los diez años quería conocer el mundo, salir a
ver otros lugares que no sean Tomoeda. Un día, se ausentó a clases a causa de
una terrible fiebre que casi llegaba a los cuarenta grados. Se sentía muy mal y
sus nauseas se hicieron presentes por lo que se dirigió al baño entre
tambaleos; marchaba con los ojos entrecerrados y muy mareada rememorando el
programa de televisión que veía sobre ciudades del mundo y que en ese momento
se enfocaba en Hong Kong. Abrió la puerta del baño y entró en él, devolviendo
el estómago y lavándose la cara lentamente, sin energías. Salió del baño,
caminó un poco con los ojos cerrados, con el dolor de cabeza en aumento,
balbuceando incoherencias como que pronto se moriría. En ese momento tropieza
con algo realizando un estrepitoso ruido y cayendo al suelo. Quejándose del
dolor levantó la cabeza y descubre algo increíble. Su piso ya no era de madera,
sino que tenía una alfombra en toda su extensión de color azul oscuro; las
paredes blancas ahora tenían completamente cerámicas azules con una lámpara
cada cierta determinada cantidad de cerámicas; y lo más importante, la puerta
no daba al pasillo, sino que a una habitación.
»Entonces Sakura se dio cuenta de algo: esa no era su casa.
»Miró para atrás y descubrió que el objeto contra el que había chocado
era un gigantesco, extraordinario y fascinante telescopio apuntando al cielo
poblado de nubes blancas brillando al sol de mediodía a través de una alta ventana. "¿Sol?", se preguntó Kinomoto. En Tomoeda estaba nublado. No llegó a
preguntarse que había pasado allí cuando se escuchó un portazo. Ella se dio
vuelta y se encontró con un joven de cabellos castaños. A él se le notaba en
sus ojos una feroz mirada confundida, en la que la desconfianza y la sorpresa
sobresalían. Dijo algo que Sakura no entendió.
»—¿Qué? ¿Qué dijiste? —preguntó.
»El joven extraño abrió aún más sus ojos recelosos y atónitos. Sonrió
con autosuficiencia, carraspeó y le contestó observando fijamente todos los
movimientos que ella efectuaba arrodillada en el suelo de la habitación.
»—¿Quién eres? ¿Por qué estas en
mi habitación? Y además, ¿por qué hablas japonés? —Sakura lo observó con esfuerzo, tenía un acento un poco extraño
pero leve.
»—Uno: Sakura. Tres: por que es mi
idioma y esto es Japón —Parpadeó unos
segundos, tomó aire y agregó— y de la
dos: ni idea. Se suponía que estaba en mi casa.
»—¿Tu casa? —El ceño del chico se frunció, sus pobladas
cejas se encresparon ante tal respuesta—.
Perdón, chica. Pero esta es mi casa.
»—Sí, lo noté —balbuceó Sakura sin sarcasmo en su tono—. Dime, ¿cómo te llamas?
»—Shaoran. Shaoran Li —contempló sus ojos verdes, ingenuos y dulces,
su frente perlada del sudor, a la que se le pegaban cabellos castaños claro del
flequillo. Shaoran tuvo que admitir que el aspecto de la chica era demacrado.
Al instante que pensó esto, se le vino a la cabeza una frase que ella dijo—. Dijiste que hablas japonés porque esto es
Japón, ¿no? Te equivocas, niña. No estás en Japón, sino en la gran China. Estás
en Hong Kong.
»Sakura abrió los ojos lo que más que pudo. ¿Hong Kong? Pero si hasta
hace unos segundos se encontraba en Tomoeda. ¿Cómo era posible? ¿Sería un
sueño? Pero el dolor de cabeza y las nauseas le decían todo lo contrario.
»—¡¿Hong Kong?! —reaccionó enseguida levantándose bruscamente
del suelo, a pesar de sus pocas energías—.
¿Cómo...? —Y se desplomó en el suelo,
débil.
»Shaoran dejó de lado su desconfianza para socorrerla inmediatamente, la
tomó entre brazos con esfuerzo y la acercó a la cama. Ella murmuraba
incoherencias sobre Tomoeda. Tocó su frente y notó que hervía. Se separó de ella
y velozmente fue hasta el baño, cargó agua en un vaso que allí había, regresó a
su habitación y buscó en su buró una pastilla para la fiebre que estaba seguro
de que tenía.
»—Toma, te ayudará a bajar la
fiebre —le comentó suavemente olvidando
su hostilidad anterior. La ayudó a sentarse, le tendió la pastilla que ella enseguida
agarró y se llevó a la boca, y le dio de beber. Luego volvió a ayudarla pero
esta vez para que se acostase. Tomó el vaso y lo devolvió al baño, regresó y le
preguntó con un deje de preocupación en su voz—. ¿Te sientes mejor?
»Sakura solo asintió con una dulce sonrisa bailando en sus labios.
Shaoran no pudo hacer más que sentir alegría ante esto. Sin embargo, esa
emoción se apagó rápidamente dando paso a la incertidumbre, dándole un pasaje
de regreso a sus recelos.
»—Sakura... ¿no? —Esperó su afirmación—. Sakura, ¿cómo llegaste a Hong Kong?
»—Sinceramente Shaoran: ni idea. —La franqueza era admirable en sus ojos,
extraños para una japonesa—. Pero ¿puedo
preguntarte yo algo? En verdad son dos cosas. La primera: ¿cómo sabes hablar
japonés si esto... si esto es... China?
»—Mi familia ha echo varios viajes
a Japón, Estados Unidos, Rusia, Alemania y otros países por el trabajo de mi
papá. A Japón fui como cinco veces, y el idioma japonés me gusta desde casi los tres años. Además, China
y Japón compartimos un estilo de escritura.
»—¡El Kanji! —musitó Sakura asimilando sus palabras.
»—Sí —confirmó Shaoran examinándola lentamente—. ¿Cuál es tu segunda pregunta?
»—Ah, sí. Pero ¿de qué trabaja tu
padre?
»—¿Esa es tu segunda pregunta?
»—No realmente, aunque también me
da curiosidad —admitió manteniendo
abiertos sus párpados abiertos con pesar.
»—Astrónomo. A veces trabaja en la
NASA, o en otros centros espaciales.
»—¡Por eso tienes un telescopio!
¿Verdad? ¿Y ha ido al espacio?
»—Dijiste dos preguntas únicamente
—susurró por lo bajo, como si fuera
dirigido exclusivamente para él.
»Se hizo un silencio denso en la habitación. Sakura desvió su mirada
avergonzada y Shaoran se recriminó lo dicho.
»—Sí, el telescopio me lo regalo
mi papá cuando cumplí los nueve años, era lo que más quería. Y no. Se lo han
ofrecido algunas veces pero las ha rechazado siempre. Dice que algo es estar de
viaje en el mismo planeta, y otra cosa es estar en la nada —finalizó con un suspiró, y notó como Sakura lo
miraba contenta, agradecida e interesada—.
Él es la razón por la que he vuelto temprano hoy del colegio. Hoy regresa de
Rusia.
»—¿En serio? ¡Que bueno estaría
conocerlo! —exclamó para sí misma.
»—Parece que estas mejor. —Sakura emitió un sonido afirmativo haciendo
que a Shaoran se les escape una pequeña sonrisa. E inmediatamente su seriedad
regresó—. Sakura, ¿no recuerdas nada de
cómo llegaste a mi casa?
»—Yo... —volteó la cabeza apesadumbrada—,
yo sólo recuerdo estar mal, y dirigirme al baño y... bueno, devolver el
estómago —un sonrojo dulce y de vergüenza
se extendía por su rostro—, salí y me
tropecé. Ahí fue cuando me di cuenta que estaba en tu habitación.
»—¿Vomitaste? —Dejó la pregunta en el aire sin fijarse en el
carmesí de las mejillas de Sakura—.
¿Tiraste la cadena? —Ella se exaltó.
Shaoran la miró manteniendo una mano en el mentón en señal de estar
especulando.
»—¡No! ¡Lo olvidé por completo!
»Ante tal contestación Shaoran se levantó instantáneamente y con paso
presuroso atravesó la puerta del baño. Al momento volvió con una sonrisa
satisfactoria, marcada con seguridad e incredulidad.
»—Esta ahí. —Al ver la confusión de Sakura, Shaoran explicó—. Tú vomitaste, y ahí está. Desde que pisaste
el baño, estás en mi casa. ¿No te diste cuenta de que eran diferentes baños? ¿O
el de tu casa es parecido?
»—Estaba muy mareada. No me di
cuenta de nada hasta que me caí. Pero no entiendo, ¿cómo puede ser que entré a
mi baño y terminé en el tuyo?
»—Mejor esperemos a mi papá. Él
podrá ayudarnos.
»—¿Cómo a que hora vuelve?
Además, ¿nos creerá?
»—Volverá casi en la noche, como
dentro de seis horas. Y pienso que lo hará; ya que nunca traigo amigos a mi
casa, mi puerta se cierra con llave, la única forma de entrar es por el balcón
pero se ha trabado y él lo tiene que arreglar o por la ventana, pero está
obstruida por el telescopio —le explicó,
hichándosele el pecho levemente en el acto.
»—¡Guau! Cuanta seguridad —Sakura sonrió dulcemente. Luego miró al techo
y preguntó curiosa—. ¿Y qué haremos hasta
que llegue?
»Shaoran quedó mudo por unos momentos, parecía meditar las palabras de
la chica. Escasas ideas se le ocurrieron, pero sugirió la que le pareció mejor.
»—¿Conoces Hong Kong? —Sakura lo miró sorprendida. Al instante negó
con la cabeza—. ¿Te sientes mejor? —Ella afirmó con la cabeza—. ¿Cómo para salir?
»—¡Sí! —Sakura se levantó de la cama contenta y ya con más energías.
»Entonces ambos se dieron cuenta de un detalle: Sakura iba en pijama.
Shaoran le tomó de la mano y la arrastró un piso más abajo, donde se
encontraban todos los demás cuartos y entró a una habitación pintada de rosa
pastel. Le explicó que era la habitación de la hermana más chica de sus cuatro
hermanas mayores. La dejó sola para que encuentre algo con qué cambiarse y,
después de que ella ya se había cambiado, salieron ambos hacía la Metrópoli.
Sakura le cuestionó el por qué Shaoran vivía en una casa de tres pisos sí ella
pensaba que allá, en China, por la sobrepoblación habitaban en torres de
departamentos. Shaoran le manifestó que su familia era adinerada por lo que
tenían una casa propia. Le demostró todos los colores de Victoria, la capital
de Hong Kong City —como le explicó a
Sakura—, e ir hasta Kowloon les tomaría
bastante tiempo. Anduvieron por calles repletas de gente, intentando leer el
mar de carteles que inundaban cada edificio; y, debido a que eran empujados por
la muchedumbre, se tomaron de la mano para no perderse. Disfrutaron del aire,
de un helado y de pequeñas bromas que se les ocurrían.
»Cuando regresaban a casa de Shaoran, Sakura no logró evitar exclamar:
»—¡Me encantó Hong Kong! ¡Es
grandiosa! —rió con alegría.
»Shaoran sonrío levemente ante su ingenuidad. Para él, Hong Kong era
sólo una ciudad, una ciudad como cualquier otra, como Tokio, New York, Shangai,
París, Londres y millones de ciudades más. Entraron nuevamente en la casa de la
familia Li, encontrándose con una señora mayor que apenas superaba los cuarenta
años y un hombre casi de la misma edad pero con pelos plateados como la luna más
evidentes.
»—¡Shaoran! ¡Tanto tiempo, hijo!
¿Estás con una amiga? —saludó el hombre a
su hijo acercándose a él con los brazos abiertos, entregando un abrazo a su
hijo, quien lo correspondió con energía.
»—Tres semanas, padre. Te fuiste
hace tres semanas —recordó Shaoran sin
esconder su satisfacción de tener a su padre de vuelta con él. Se paró a su
lado mientras su padre se sentaba en el sillón y le susurró apenas audiblemente—. Necesitaremos tu ayuda, padre.
»—¿Shaoran? —balbuceó alarmado.
»— ¿Y tu quién eres? ¿Una amiguita
de Shaoran? Eres bonita, ¿no serás su novia? ¿No? —decía la madre del aludido a la vez que a éste se le arrebolaban
las mejillas.
»Y Sakura ante esto, por supuesto, no entendía nada. Ella era la
extranjera, allí todos hablaban en otro idioma. Shaoran hizo presente ese
hecho.
»—Mamá, papá, ella es japonesa. No
nos entiende.
»—Oh. Tienes razón —balbuceó la mujer. Se dio vuelta hacia Sakura
y en perfecto japonés le preguntó—. ¿Cómo
te llamas, pequeña?
»—Gracias... Sakura Kinomoto, señora.
»—Dime, ¿de dónde conoces a mi
hijo, querida?
»Shaoran le interrumpió y la atención de todos los presentes se dirigió
a él.
»—De Tomoeda. El problema es que
no sabemos como llegó.
»Ambos adultos lo miraron sorprendidos. Ante la palpable confusión, Shaoran
accedió a informarles.
»—La encontré cuando llegué, en mi
habitación, enferma. —Notó como los ojos
de sus padres estaban desorbitados. Decidió que mejor era mostrar las pruebas—. Mejor vengan, vamos Sakura.
»Subieron al tercer piso, donde la evidencia y las hipótesis realizadas
en la mente del chico fueron expuestas con un silencio sepulcral por parte de
sus acompañantes. Les mostró el baño —el
cual pensaban que había telestransportado a Sakura—, el olor ácido y maloliente del anterior contenido del estómago
de la chica. Sólo el ruido de la calle, el sonido del reloj despertador en la
mesa de luz, la sinfonía compuesta entre sus reparaciones y los latidos de sus
propios corazones.
»—¿No saben que fue? —murmuró lentamente hacía su hijo.
»—No, padre. Para eso esperábamos
a que llegaras. ¿Qué piensas que pudo haber hecho que Sakura termine en Hong
Kong?
»—No estoy muy seguro... Kinomoto,
¿no recuerdas nada?
»—Solo lo que ya le he dicho a
Shaoran, señor. Aunque ahora que lo dice, yo deseaba mucho conocer otras
ciudades aparte de Tomoeda, y justo antes de venir al baño estaba viendo un
documental sobre ciudades importantes, y la última que había visto era sobre
Hong Kong... por lo que venía pensando en esta ciudad.
»—Puede que sea... aunque no lo
crea posible, un túnel del gusano. Aunque normalmente conecta dimensiones, esta
vez conectó dos lugares dentro de un mismo planeta. Es la única explicación que
le puedo dar.
»—¿Un túnel del gusano? ¿Y cree
que podría regresar por él? —cuestionó
Sakura esperanzada. Apenas había pasado un día y, a pesar de disfrutar de la
compañía de Shaoran, extrañaba a su familia y amigos.
»—Sólo hay una forma de saberlo,
Kinomoto... Sakura. —contestó dulcemente.
»Sakura asintió. Entró en el baño con un pensamiento fijo en su cabeza:
Tomoeda. Tomoeda con sus verdes, con sus casas, su colegio, el parque pingüino,
sus amigos, su familia. Cerró los ojos y dio dos pasos más. Y frente al
matrimonio Li con su hijo menor, Sakura Kinomoto se fue tal como llegó. La
vieron desaparecer, como un grano de arena en la marea.
»Sakura reapareció en su propio baño, de noche y con ropa ajena.
Suspiró; tenía suerte de que justamente ese día tanto su padre como su hermano
llegaban tarde. Regresó a su habitación y con satisfacción se dejó caer en su
cama, pero con la incertidumbre de si volvería a ver al joven Li. Un día, pero
extrañaría su compañía.
»Mientras, en China, Shaoran Li tomaba con determinación el pijama entre
sus manos. Vio a sus padres, quienes lo contemplaban con orgullo.
»—Madre, padre. Quiero estudiar en
Japón. En Tomoeda, para ser exacto.
»—Bien —sonrió la mujer.
»Al otro día, Sakura despertó siendo sacudida del hombro. Por la ventana
se filtraban los rayos del sol matutino que le calentaba sus castaños cabellos.
Miró a quien la despertó y quedó petrificada. Solo balbuceó un inaudible “Shaoran”.
»Sus ojos chocolates con toquecitos de miel eran verdaderos. Sentía la
calidez de su mano sobre su hombro, escuchaba su respiración a su lado y sentía
su aliento a menta fresca de su rostro. Antes de que pudiera preguntar, él le
contestó.
»—Sakura. Saluda a tu nuevo
compañero de grado —Shaoran sonrió. Y
Sakura sólo pudo corresponderle la sonrisa.
»En los meses siguientes la rutina era: Shaoran despierta a Sakura
llegado de su casa, ya desayunado; él salta por la ventana y la espera en la
calle mientras ella se apura y ambos se dirigen a la escuela; pasan todo el día
juntos y luego Shaoran regresa a su casa a través del baño de Sakura. Se
visitaban mutuamente. Los domingos, Sakura a veces iba a su casa, toda la
familia Li la recibía contenta, e incluso Shaoran le había enseñado el
telescopio y unas cuantas constelaciones.
»Hasta un día.
»Un día Shaoran no fue a la casa de Sakura. Ésta casi se queda dormida,
pero su hermano la llevó al colegio para que llegara a tiempo. Ese día avisaron
que el estudiante de intercambio Shaoran Li ya no asistiría más. Muchos se
entristecieron, pero nadie como Sakura. Apenas volvió a su casa tomó el
teléfono y llamo a Hong Kong.
»—Familia Li —contestó una voz desanimada del otro lado del
tubo, pero en chino.
»—¡¿Shaoran?! ¿Por qué no viniste
hoy? ¿Es cierto que no vendrás más? —hablaba
rápido, descontrolada.
»—Sakura —susurró—. No puedo. Se ha
roto una cañería en mi baño y no me deja pasar. Lo he intentado por más de dos
horas. Lo siento Sakura.
»Sakura lloró desconsoladamente esa noche. No vería más a Li. Seguirían
llamándose y mandándose cartas, pero no era lo mismo. Él había prometido que
regresaría a Tomoeda, no sabía cuándo pero lo haría.
»Cinco años después, ya en secundaria, Sakura se llevó una sorpresa. Se
despertó con una sacudida en su hombro. Se dio vuelta y se encontró con unos
ojos chocolotes, un pelo castaño y cejas pobladas conocidas en el cuerpo de un adolescente,
de un hombre. No lo podía creer. Shaoran...
»—Regresé, Sakura —sonrió terriblemente sexy al parecer de
Sakura, quien saltó a abrazarlo, siendo correspondida de inmediato—. Ahora soy tu vecino de al lado.
»Sakura sollozó de felicidad y Shaoran la separó un poco para acercar
sus cabezas, sus labios, juntándolos en un primer beso. Sus lenguas entraron en
juego y el tierno beso dio paso a un océano de caricias. Terminando en su
primera noche de pasión, aunque se debería de decir mañana ya que ese día el
puesto de Sakura y el del nuevo alumno extranjero, Li, estuvieron vacíos.
»Desde entonces, Sakura y Shaoran son novios.
»¿Y? ¿Qué te pareció, Keiko-chan?
—¿Los túneles de gusano realmente existen? —Una mirada de desconfianza se crea en sus ojos—. ¿Esa historia es cierta?
—Oh, no —ríe
Naoko.
—Bueno, Sakura y Shaoran se vieron por primera vez en sus
vidas el día en que Li pisó el terreno de la Primaria Tomoeda. Las flores de
cerezo resplandecían en el azul cielo de la atmósfera. La gente cumplía su
rutina hacía el trabajo o la escuela; en la Primaria Tomoeda los estudiantes
entraban en el establecimiento, se cambiaban de calzado y se dirigían a sus
aulas. Algunos ingresaban con alegrías renovadas, expectantes de alguna novedad
que podría acontecer. Murmullos y charlas de niños complacidos se escuchaban
por doquier, únicamente amenguados ante el sonido del timbre que daba inicio a
las clases y la entrada del profesor.
»Ante del sonido indicador de entrada, una chica con uniforme escolar se
apuraba a llegar a tiempo. Abrió la puerta de su salón atrayendo la atención de
sus compañeros.
»—Llegué... —suspiró a la vez que apoyaba todo el peso de
su cuerpo en su mano derecha descansando en un banco de un compañero.
»—Justo a tiempo, Kinomoto —sonrió el profesor tras ella dándole un susto
a la chica—. Ahora siéntese en su lugar
por favor.
»Sakura se acercó a su banco, dejó sus cosas y saludando a una amiga se
sentó en la silla esperando que las horas pasasen y la clase resulte
entretenida. Sin embargo, no pudo evitar desviar su mirada hacía la ventana a
su lado que le mostraba todo el patio de la primaria, donde las canchas eran
dominantes. Suspiró, le hubiese parecido más lindo ver los jardines de la
entrada; aunque igualmente se quedaba contemplando los árboles cercanos al
campo de fútbol.
»En la hora de gimnasia, divertida, Sakura se dirigió al gimnasio: el
profesor ese día había dicho que practicarían basketball. Amaba ese espacio
curricular, era el que mejor se le daba. El profesor los había separado en dos
grupos grandes: chicos y chicas: y luego los subdividió en equipos de cinco.
Sakura se encontraba en el equipo dos, el cual esperaba mientras el uno
practicaba tiros al aro. Cuando el silbato se oyó en la cancha permitiéndole la
entrada al equipo dos femenino y el descanso al uno. Sakura tomó la primera
pelota que encontró y enseguida se posicionó frente a la cesta para lanzar el
primer tiro. Dio dos pasos hacia atrás, picó la pelota dos veces, sosteniéndola
con la mano derecha y marcando la dirección con la izquierda, lanzó. Pero no
tuvo fuerza ni dirección exacta. La pelota cayó antes de llegar a destino
rebotando en el piso y entristeciendo a la lanzadora.
»—Lo hiciste mal, hasta me dio
lastima —dijo una voz hostil tras ella.
»Sakura se dio vuelta sorprendida y con un deje de furia para ver quién
le había hecho tal comentario. Allí, vestido con un traje de marinero —uniforme resguardado para los hombres—, con una gorra que intentaba sin éxito
ocultar sus castaños cabellos que sobresalían en un flequillo tupido sobre sus
ojos chocolates que brillaban bajo la luz de las lámparas.
»—Joven Li, llega tarde. ¿A qué se
debe tanto retraso? —cuestionó el
profesor preocupado y molesto por tal demora.
»—El chofer no era japonés y se
perdió —respondió escuetamente pero con
respeto.
»El maestro asintió entendiendo las razones del niño y dándose vuelta
hacia la clase, pitó dos largas veces el silbato reclamando la atención de
todos los alumnos. Lo presentó al niño como Shaoran Li, proveniente de Hong
Kong, China, y estaría de intercambio por un tiempo. Por último pidió que lo trataran
amigablemente y lo incorporaran. Hubo murmullos instantáneamente que rellenaron
el mutismo que anteriormente reinaba en el gimnasio.
»El timbre marcó nuevamente el
cambio de hora. Sakura se quedó observando a Shaoran seguidamente a la vez que
este desviaba la vista prestándole atención y todos sus compañeros salían
tranquilamente del gimnasio, después de ordenar las pelotas, hacía el recreo.
»—¿Qué? —dijo Li al verse observado. Sakura, avergonzada no supo que
contestar—. Debes mejorar tu forma de
tirar. Eres pésima, niña.
»—¡No soy mala! —Por primera vez desde hace un tiempo, a Sakura
se le frunció el ceño, enfadada—.
¡Gimnasia es la materia que mejor se me da!
»—Demuéstralo —la desafió sonriendo ladinamente.
»Sakura agarró el balón entre manos con su confianza renaciendo e
invadiéndola, y repitió la misma operación que antes le había fallado. Lanzó
con fuerza aunque sin sobrepasarse, la pelota escapó de sus manos con una ruta
designada y con un poco de velocidad encestando correctamente.
»—¿Viste? —le preguntó Sakura satisfecha.
»Shaoran la miró con arrogancia. Recogió una pelota y sin esfuerzo la
lanzó, encestándola al igual que Sakura. Le devolvió la mirada llena de
petulancia. Decidió proponerle una competencia de un tiro cada uno hasta el que fallé; y Sakura
aceptó gustosa.
»Lanzaron.
»Encestó Sakura; encestó Shaoran. El segundo tiro de ella entró, el de
él también. Ambos metieron el tercero. El cuarto; el quinto. A Sakura le
empezaba a doler el brazo a causa de su irregularidad en este juego. Iban por
el sexto, cuando una voz potente y autoritaria los sorprende de atrás,
haciéndoles saltar levemente y dejar caer sus balones.
»—¡Profesor! —se extrañó Sakura—. ¿Qué sucede?
»—Sucede, Kinomoto, que la cuarta
hora ya ha empezado y ustedes dos aún no están presentes —contestó manteniendo la compostura a pesar del
enfado latente.
»Ambos chicos se disculparon y se pusieron en marcha hacia su salón en
un silencio profundo en el que Sakura le indicaba el camino con señas
discretas. Ingresaron en el aula, Sakura se dirigió a su asiento y a Shaoran le
indicaron el puesto trasero.
»Shaoran y Sakura pasaban las horas de gimnasia en puras competencias,
por comentarios burlones, por diversión, para intentar superar al otro, para
mejorar. Comentarios arrogantes presentes, sonrisas ladinas, ingenuidad y
hostilidad, sinceridad. No se daban cuenta, pero cada día era más tiempo el que
compartían.
»Pasó un mes. Se encontraban en clase de gimnasia, en un nuevo
enfrentamiento de Kinomoto contra Li; esta vez era un partido de voleibol
mixto, en el que distaba de ser congruente a la vez anterior en la que ambos se
encontraban en equipos diferentes y, en vez de ser seis niños contra seis
niñas, parecía que era un juego de dos personas, una contra otra. Sakura y Shaoran
se hallaban en el mismo grupo, compitiendo en quién daba el mejor golpe, el
mejor salto, o quién llegaba primero hasta la pelota. Los expectantes
especulaban en que era un equipo de dos fuertes competidores.
»El equipo contrario hizo un saque de abajo dirigiéndose por completo
hacia Sakura, cuando ésta se distrajo.
»—¡Li! ¡Acércate! —exclamó el profesor desde lejos, haciendo seas
con las manos.
»Shaoran le obedeció. Más de uno se preguntaba que podría haber hecho él
para que lo llamen con una cara tan seria. Al rato, regresó con el rostro
compungido por el desánimo. Lentamente el grupo se le iba acercando formando un
circulo a su alrededor, preguntando inquietos la razón de su expresión. No
obstante, él no respondió.
»—Alumnos —pidió atención el profesor,
esperando hasta estar seguro de que se las otorgaban o lo aparentaban—. Acabamos de recibir una noticia. Shaoran
Li... su compañero Shaoran Li volverá a China. Hoy es su último día en la
Primaria. Te extrañaremos, Shaoran.
»Inmediatamente, todos voltearon hacía el aludido. Los sentían,
extrañarían a aquel extranjero. El día en su completo transcurrió en despedidas
de todos sus compañeros; excepto por Sakura. Shaoran evitaba a Sakura, y unos
minutos antes de la despedida final se acercó a ella.
»—Sakura.
»—Shaoran, yo quería decirte an...
—hablaba la chica como en un discurso
preparado con antelación. Pero la persona a quien se lo dirigía le cortó en
mitad de la frase.
»—Empieza a tirar mejor, y trata
de que tus brazos estén en ángulo recto. Ya veremos si eres buena como dicen —Sakura no comprendía nada; Shaoran sonrió
ladinamente y se alejó despidiéndose con una mano levantada.
»Sakura se enfadó, pero entendió que esa fue su forma de decir “adiós”.
Y en su fuero interno, una pequeña angustia nació.
»El tiempo pasó, y luego de sesenta lunas que adornaron el cielo y
brillaron como las reinas de la noche, Sakura descubrió en esos años la
grandeza del Internet, todo lo que uno podía hacer: jugar, mirar televisión o
cualquier video, leer, charlar y conocer nuevas personas. Se enteró de gente
que contrajeron votos a través del mismo, toda la información trivial y la
necesaria. Cada día que pasaba, le destinaba unos segundos más a este
fascinante mundo.
»Una amiga le había recomendado una sala de Chat a nivel mundial, con
diferente categorías según cada idioma. Cada lenguaje tenía distintas salas a
elegir, pero la que mayor vergüenza le dio fue la titulada “Only sex”. Decidió
entrar en amigos uno.
»Inserte nickname —le
pidió la sala. Escribió el primero que le vino a la cabeza. “Flor de
Primavera”.
»Espere mientras lo ingresamos —aparecía
en la pantalla—. Sala completa. Por
favor inténtelo más tarde.
»Sakura, frustrada, salió de esa sala y trató en una diferente, amigos
dos. Repitió el mismo procedimiento, no obstante obtenía el mismo resultado.
Buscó otra sala, encontrando al final de la lista una con pocos usuarios,
amigos cuatro. Lo probó nuevamente y esta vez accedió. Sonrió contenta, era
hora de charlar.
»Flor de Primavera: ¡Hola!
»Observó como los otros dos usuarios le contestaron el saludo y luego
nada. No hablaban, ni siquiera un emoticon. Aburrido, pensó Sakura, pero
no desistió e hizo la última prueba.
»Flor de Primavera: Ya fue... ¿Es que no hay nadie?
»Esperó unos minutos más. Nuevamente, nada. Resignada iba a cerrar la
página cuando aparece una frase bajo la suya.
»El_chino: Ninguno te va a contestar, están muy ocupados en sus
privados.
»Sakura releyó lo anterior. Privados, ya entendía el porqué tanto
silencio.
»Flor de Primavera: Con razón... por cierto, ¿cómo te llamas?
»El_chino: No voy a decir mi nombre en público.
»Que arrogante, pensó disgustada, ni que fuera estrella de
cine... No se le ocurría como iniciar una conversación, por lo que leyó
otra vez lo escrito por ese tal chino. Y se le ocurrió una idea. Apretó el clic
derecho del mouse sobre el nickname de El_chino en la lista de usuarios, y
seleccionó la opción “Privado”.
»Flor de Primavera: ¡Hola de nuevo!
»El_chino: ¿Privado? Hola.
»Flor de Primavera: Ahora sí, ¿cómo te llamas?
»El_chino: Tú primero.
»Flor de Primavera: Bien, soy Sakura.
»El_chino: Shaoran.
»Flor de Primavera: ¿De dónde eres?
»El_chino: China.
»Flor de Primavera: ¡¿China?! ¿Y por que estas en la sala japonesa?
»El_chino: Por que dentro de poco me voy a vivir a Japón, y para irme
acostumbrando…
»Flor de Primavera: ¿Y en que parte de China vives?
»El_chino: Hong Kong. ¿Tú?
»Flor de Primavera: Vivo en Tomoeda.
»Flor de Primavera: Tomoeda queda cerca de Tokio, por cierto.
»El_chino: Lo sé. Fui allí hace unos años.
»Flor de Primavera: ¿En serio? Oye, ¿a ti también te apareció como un
cartelito?
»El_chino: Sí, ¿hablas del que dice “fueron elegidos para probar la
nueva forma de comunicación, tienen que usar cámaras web o enviarse fotos,
pueden hablar todo el tiempo que quieran y hacer lo que sea, es como la vida
real”?
»Flor de Primavera: ¡Sí, ése!
»Flor de Primavera: ¿Qué crees que significará?
»El_chino: Ni idea…
»Sakura esperó unos cuantos
segundos a que el otro internauta le respondiese, pero eso no sucedió.
Tamborileó sus dedos en el teclado de la computadora y su expresión expresó
tedio. Describió al tal chino en sólo una palabra en su mente: seco. Estuvo
tentada de decírselo, pero se abstuvo ya que ella no era capaz de pelearse por
Internet, no le gustaba en lo más mínimo. En cambio, Sakura prefirió utilizar
otro tema de conversación.
»Flor de Primavera: ¿Qué música te gusta?
»El_chino: No soy fanático.
»Flor de Primavera: Oh…
»Flor de Primavera: Dijiste que conocías Tomoeda, ¿viniste hace mucho
tiempo?
»El_chino: Unos años.
»Flor de Primavera: ¿En serio? ¿Hace cuánto exactamente? ¿Por qué?
»El_chino: ¿Importa?
»Flor de Primavera: No…No realmente.
»Flor de Primavera: Es que hace un tiempo yo conocí a un Shaoran.
»El_chino: Muchos tenemos el mismo nombre.
»Flor de Primavera: Ah, bien… es que el que yo digo vino justamente a
estudiar a mi escuela, hace seis años.
»El_chino: Yo fui hace seis años.
»Flor de Primavera: ¡No me digas! ¡Qué coincidencia!
»Flor de Primavera: ¡Espera! ¡¿Cuál es tu apellido?!
»El_chino: No digo mis apellido en Internet.
»Flor de Primavera: Ah…
»Sakura tuvo que admitirlo, se decepcionó terriblemente cuando aquél
Shaoran se negó. Sinceramente ella odiaría quedarse con la duda para siempre,
pero estaba inmensamente insegura sobre si insistía o lo dejaba en paz.
Mientras en su mente se daba aquella pequeña batalla, se decidió a ingresar a
una página de videos para buscar algo gracioso con que distenderse. Encontró
uno de situaciones graciosas que les pasaban a los gatos cuando oyó un sonido
diferente que no pertenecía al video. Lo paró y se fijó en los otros programas
que tenía abierto. Finalmente, se dio cuenta que provenía de la conversación.
»El_chino: Te digo mi apellido si…
»Sakura se emocionó. Contestó en seguida, cuestionando la condición que
quería imponer aquel chino.
»El_chino: …si probamos eso que apareció ahí. Sobre la nueva forma de
conversación.
»Flor de Primavera: ¡Dale! Ya tenía bastante curiosidad sobre qué
trataba. Tengo cámara Web, ¿tu?
»El_chino: Sí, si.
» Con una sonrisa, encendió la cámara, la apuntó correctamente a su cara
y, luego, en la pantalla presionó sobre aquel cartel titilante que la llamaba a
probar. La pantalla se le puso en blanco, después titiló a negro y Sakura temió
haber presionado un virus. Se recriminó a sí misma que más tonta no podía ser,
pero enseguida la pantalla regresó a la normalidad. Y ella suspiró de alivio.
»Flor de Primavera: Ah… por un momento pensé que era un virus… bien, ya
apreté en el cartelito, ¿tú ya lo has hecho?
»El_chino: Tu voz me suena conocida…
»La pobre chica abrió los ojos a más no poder. No sólo también lo había
escuchado como si estuviera a su lado, sino que veía la imagen de él, su cuerpo
en la pantalla. Pero no como un muñeco virtual, sino que era su réplica exacta,
como si el chico estuviera viviendo dentro de la computadora. Y desnudo.
»Flor de Primavera: ¡Ah! ¡Estás desnudo!
»El_chino: ¿Qué?
»El_chino: No, no estoy desnudo… yo, yo estoy vestido… Tú estás desnuda.
»Flor de Primavera: ¡¿Eh?! ¡¿Có-có-cómo que estoy desnuda?! ¡Si tengo
puesto el pijama!
»El_chino: ¿Será un defecto del programa entonces?
»Flor de Primavera: Que horrible defecto, Dios…
»Flor de Primavera: ¡Yo lo desconecto!
»Sakura hizo exactamente lo que dijo y, aunque después pidió disculpas
tal y cómo era normal en ella, estuvo sonrojada por el resto de la semana. Notó
que rápidamente Shaoran también desconectaba la cámara y suspiró aliviada.
Aunque luego se entristeció al ver lo que él a continuación escribía:
»El_chino: Tengo que irme. Nos vemos.
»Flor de Primavera: Ah, bueno. Mejor yo también me voy. Besos.
»El_chino: Adiós.
»El_chino: Ah, me olvidaba. Mi apellido es Li.
»Sakura abrió los ojos asombrada. ¡Sí había sido el Shaoran que ella
conoció! Al día siguiente le contó todo a su mejor amiga Tomoyo, omitiendo la
parte del programa y la desnudez, y su alegría se notó durante toda la clases,
hasta había sonreído en matemáticas. Diariamente, Sakura empezó a conectarse a
la página de Chat Mundial, buscando en especial la sala de amigos cuatro, la
única casi siempre vacía, en el idioma japonés. Pero pasaron tres días hasta
que El_chino volvió a entrar. Y ella, enseguida, inició un privado.
»Flor de Primavera: ¡Shaoran!
»El_chino: Hola.
»Flor de Primavera: ¡Soy yo! ¡Sakura Kinomoto!
»El_chino: ¿Kinomoto?
»El_chino: Ah, ¿cómo anda tu tiro?
»Flor de Primavera: ¿Sólo te acuerdas de eso…?
»El_chino: Era una broma, Kinomoto. No me imaginaba que tú serías Flor
de Primavera…
»Ambos empezaron a encontrarse todos los días a la misma hora en la
misma sala de amigos cuatro. Hablaban trivialidades o simplemente discutían
nuevamente sobre deportes. Dos meses y una semana más tarde, Sakura recibió una
agradable sorpresa.
»El_chino: Conseguí volver a Tomoeda en un intercambio estudiantil. En
una semana vuelvo a allá.
»Flor de Primavera: ¡No te lo puedo creer! ¡Qué alegría!
»Flor de Primavera: Oye, Shaoran… volvió a aparecer ese cartelito…
»El_chino: Ah, ¿a ti también?
»El_chino: Probémoslo.
»Flor de Primavera: ¡¿Quééé?!
»Flor de Primavera: ¿Qué dices Li? ¿No recuerdas que…?
»El_chino: Agh, tápate con tus manos, que los movimientos que haces
también lo hacen tu figura.
»Flor de Primavera: ¿En serio? No sé… no estoy muy segura.
»El_chino: Yo lo pruebo, tu dime sí me ves.
»Flor de Primavera: ¡No! ¡Espera!
»Contestó tarde, porque en su pantalla apareció la imagen del cuerpo de
Shaoran, adolescente, con los músculos entrenados y sus ojos chocolates y
recelosos.
»El_chino: ¿Y? ¿Me ves?
»Flor de Primavera: Por favor, no quites tu mano de tu…
»Flor de Primavera: …tu ingle.
»El_chino: Prueba tú también.
»Flor de Primavera: Ni loca. No soy exhibicionista.
»El_chino: Vamos. Juro que no te voy a mirar, sólo quiero comprobar si
al tocar con el mouse alguna parte de tu imagen, tú sentirás algo.
»Flor de Primavera: Eso es… completamente absurdo. ¿Cómo voy a sentir lo
que siente la imagen?
»El_chino: ¿Y cómo es que se ve nuestros cuerpos si la cámara capta
únicamente nuestras caras? Eriol, un amigo, lo probó a esto también y dice que
se siente.
»Shaoran tenía razón, eso era algo completamente raro. Además la
curiosidad también la embargaba, por lo que la venció y presionó en aquel
cartel extraño. Inmediatamente, con sus dos manos se tapó sus intimidades.
»El_chino: Te veo. Bien, tengo que irme, pero antes dime si sientes
esto.
»Sakura no entendió exactamente a que esto se refería cuando un
cosquilleo en sus labios se hizo presente, y de repente empezó a sentir como si
se los apretaran. Como si la estuvieran besando. Parecía casi magia. Una magia
que duró cinco segundos. En ese momento abrió bien los ojos, sorprendida por aquel
contacto y vio que en la ventana de Chat había un mensaje en rojo: El_chino se
ha desconectado.
»Durante toda esa semana volvieron a hacer lo mismo. Se conectaban, se
saludaban y jugaban a sentir ficticias sensaciones verdaderas. El beso tímido
pasó a caricias y esas caricias se incrementaron, hasta la víspera de la
llegada de Shaoran a Tomoeda. Ése día Sakura lo esperó, pero no se conectó.
»Cuando llegó al colegio al día siguiente, estaba ojerosa y levemente
triste. Ahí la esperaba su mejor amiga con una sonrisa mayor a la que
normalmente le obsequiaba. Le señaló a Sakura un árbol que estaba floreciendo y
le comentó que debajo de éste la esperaba una sorpresa. Ella fue hasta allá y
se encontró con un joven alto, de cabello castaño y ojos marrones, y de carne y
hueso.
»—¿Cómo anda tu tiro, Kinomoto?
—preguntó Shaoran, produciendo un pequeño puchero en ella.
»—¿Sólo eso me dices?
»Shaoran le sonrió y le agarró la mano, atrayéndola hacía sí, besando
con dulzura la palma. Luego se acercó con su arrogancia típica y tomó su mentón
con la mano. Unió sus labios en un beso verdadero y duradero. Un beso que fue
el principio de muchos más, bajo aquel árbol.
»Y se dice que aquel día, ellos también faltaron a clase.
—¿Existen programas como ése?
—Por supuesto. Los inventó la compañía…
—Ah, no importa eso. No te creo. Sakura-san no parece
el tipo de persona que viva en una computadora.
—Keiko-chan, eres muy observadora, ¿no?
—En verdad, Sakura aparenta ser dulce y tímida, pero
ella no es así. Mira, la historia de ella y Shaoran empezó en un día nublado,
el gris del cielo se extendía por toda la ciudad ocultando al astro sol,
evitando que el calor de sus rayos alcanzara los cuerpos de los habitantes
enfundados en bufandas, sacos y abrigos. Ocasionalmente, pequeñas gotas de agua
caían sobre la urbe, dándole final a la calma del lago del Templo Tsukihime,
intentado enfriar inútilmente las calles, tratando de llamar la atención,
enviando malogradas señales del encuentro cercano que se cernía en la ciudad.
Era algo explosivo, casi prohibido.
»Sakura caminaba por la ciudad con tranquilidad cuando vio algo que la
alertó. En el Templo a unas cuadras de su casa había algo extraño. Era una
limosina, de la que, vislumbró a la lejanía, bajaba un joven vestido con una
sotana. Le pareció levemente conocido, por lo que decidió acercarse a ver quién
era el nuevo vecino. A medida que se aproximaba percibía su cabello y sus cejas
espesas y su esencia serena.
»— ¿Hola? —saludó a modo de pregunta,
demostrando una expresión insegura y llamando la atención del joven.
»—Buenos días.
»La voz grave y el acento extranjero hizo que su cuerpo se estremeciera.
»—Soy… soy Sakura Kinomoto, vivo a unas
cuadras de aquí. ¿Eres… nuevo?
»—Sí —contestó él simplemente.
»— ¿De dónde vienes, si puedo preguntar?
»El chico la observó con una mirada penetrante.
»—Hong Kong.
»— ¡Guau! ¡Eso es genial! ¡Siempre me
hubiese gustado conocer otra ciudad! ¿Y cómo te llamas, por cierto?
»— Li Shaoran.
»El joven hizo una reverencia y se alejó. Sakura se quedó pasmada. Si no
había escuchado mal, ése era Li Shaoran, un niño rico que había ido hace mucho
tiempo con ella a la Primaria durante unos meses. ¿Ahora era un religioso? ¿Había
dejado de ser tan testarudo, arrogante, competitivo y… dulce? Ella, realmente,
no lo podía creer.
»Regresó a su casa caminando en silencio, con su mente vagando alrededor
de la figura en túnica que le impactó. Quería comprobar que Li Shaoran no había
cambiado, y para eso se había propuesto seducirlo. Además, ¿qué más emocionante
que seducir a un monje, o lo que sea? Y para esclarecer su meta, puso un límite
de tiempo: si en un mes no había hecho el amor con Li, dejaría que su hermano
le molestase todo el tiempo que quiera que ella no demostraría signo alguno de
enfado. En cambio, si consiguiera sólo un beso como mucho, no le replicaría a
su hermano pero podría poner mala cara.
»Luego, en el justo instante que se enteró que Shaoran se incorporaba a
su escuela, y el destino la favoreció colocándolo en su mismo curso y
haciéndole sentarse detrás de ella; ella sonrió. Disimuladamente se subió más
la falda, dejando a la vista de cualquiera sus largas y blancas piernas. Empezó
a hacerle compañía en los recreos y a visitar a menudo el templo, buscando
encantarle, y también saber todo de él. Desprendía dulzura, y feromonas. Tantas
que ni Buda podría resistirse.
»Y Shaoran, con su seriedad, nadie hubiese creído que algún día sería
capaz de arrebatarle a Sakura su encanto y libertad y atarlo a él con su
apacible y lenta manera de seducción.
»Tal vez, todo empezó siendo un juego para ver quién era el que daba el
primer paso a la locura.
»Casi veinte días después de la llegada de Shaoran, Sakura fue al templo
en su habitual recorrido. Buscó con la mirada dónde podría estar aquel joven de
sotana que era su objetivo y lo halló sentado al lado de la estatua de Buda.
Estaba en una postura extraña, con las piernas cruzadas, la espalda en un
ángulo agudo, y con la cabeza agachada y escondida entre las piernas. Sakura se
preguntó si acaso él estaba orando o qué. Pero al verlo aparentemente tan
concentrado, eligió dejarlo en paz por hoy. Dio un paso hacia atrás inaudible
para cualquiera; empero él levantó su cabeza y la miró fijamente, penetrante,
con los ojos chocolates remarcados por un poder atrayente anormal.
»Y Sakura quedó cautiva.
—¿Qué hacen, chicos?
—¡Sakura, Shaoran!
—¿Cómo andan? —cuestionó la aludida, sentándose con su
novio y saludando a todos con una sonrisa.
—Me
están contando cómo se conocieron y se enamoraron.
—Bien,
Keiko-chan. Entonces que continuen.
—Sigo,
entonces. Bien… ¿Dónde quedé? Ah, no importa, empiezo de vuelta…
»Sakura era una alumna tranquila, cuando, un día, en su casa descubrió
que en una caja en una puerta chiquita y secreta detrás del televisor había una
baraja de cartas como las de tarot. Pero no era cartas comunes y silvestres.
Tenía unos magníficos poderes mágicos que, al abrir la caja, ella los adquirió.
Podía utilizar los poderes de cada carta a su antojo, luchando contra el mal
que azota al mundo.
»Ella siempre se preparaba para combatir llevando consigo las cartas y a
su guardián. Éste era un ser extraño, que tenía normalmente las respuestas
justas para ayudarles. Era un ser sabio y vanidoso, que se complementaba y a la
vez se contradecía. Y eso no era todo, era un híbrido único e irrepetible.
Adoptaba la forma de un peluche pequeño de bolsillo volador para acompañarla en
todo momento.
»El continuo pleito con la maldad empeoró el día que un rayo cayó en la
Torre Aguja y ella conoció al descendiente del clan de magos y hechiceros Li.
Éste era hostil y estaba entrenado para hacer lo que fuera con tal de conseguir
esas cartas mágicas. Ambos lucharon con ansia repetidas veces, cada uno
buscando quedarse con el objetivo. Las peleas incluso llegaron a la escuela,
donde Li se anotó para estar más cerca de su meta…
Ring.
—Acaba de tocar el timbre… eh, creo que lo mejor sería
que entraramos a clases, ¿o no Shaoran?
—Sí, sí. Vamos.
—¡Pero Sa…! Oh, yo quiero que me termine de contar la
historia. Aunque igual no te creo, Yamazaki.
—Y haces bien, Keiko-chan. Mejor vámonos.
—No deberías seguir mintiendo, Takashi —reprendió
Chiharu mientras observaba a sus dos amigas seguir a la pareja de enamorados. A
su lado, Yamazaki y Rika sonrieron.
—Es que algún día voy a ser novelista, ya lo decidí Chiharu.
Pero… ¿soy yo o Sakura y Shaoran se pusieron nerviosos cuando dije lo de las
cartas y el peluche?
—Ahora que lo dices… sí. Además estaban muy apurados
por irse —comentó Rika.
—Anda a saber —alzó los hombros—. Oye, Takashi, ¿por
qué todas tus historias decían algo de… sexo?
—Por que eso ya pasó, ¿o no?
Chiharu se sonrojó visiblemente.
—¿Y yo qué sé, pervertido?
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