domingo, 22 de julio de 2012

El aro en la tetilla



Título:
 El aro en la tetilla
Resumen: Historia detrás de tan particular aro.
Categoría: Slash
Advertencia: Incesto
Rating: 13+


Toda persona que conociera la existencia de Tokio Hotel, sabría que el cantante tenía tatuajes y perforaciones por todo su cuerpo. Y si no lo sabe, lo podría suponer: tener el cuerpo marcado es una regla implícita en las bandas de rock.
Toda fanática de Tokio Hotel podría enumerar los tatuajes y piercings de Bill Kaulitz: el tatuaje de la cadera, el de la nuca, el del brazo, el del lateral del su tronco; y la perforación de su ceja, las de sus orejas, la de su tetilla, la de su nariz, la de su lengua. Incluso una declarada Alien podría organizarlos cronológicamente en una línea temporal.

Bill Kaulitz es conciente de ello, mas no le interesa.

Cualquier fanática de Tokio Hotel también podría decirte que los tatuajes del cantante tienen un significado: el logo de la banda en la parte trasera de su cuello y Libertad 89 simbolizando en su brazo su mayoría de edad, serían ejemplos.
Mas, no podría con los piercings.

Bill Kaulitz es conciente de ello también, y sí le interesa.

Si alguien hablara del aro en su tetilla, las fanáticas sólo podrían acotar que se lo colocó después que el de la ceja, el de la lengua y uno que otro de la oreja; pero antes que el de la nariz y los demás en sus órganos auditivos.

Bill Kaulitz es conciente de ello y quiere que se mantenga así, que nadie sepa su verdadero significado.

Porque sí, significa y mucho.

Bill Kaulitz jamás contará del día en que su hermano gemelo, Tom Kaulitz, llegó con una caja envuelta en papel de regalo. Dentro, se encontró con aquella medialuna de acero quirúrgico atrapada entre dos bolitas de plata, cada una de ellas con una pequeña letra “T” grabada.
—Para que me lleves siempre contigo —le dijo; mitad en broma, mitad en serio. Bill reaccionó con un salto y lo abrazó cual koala; y lo besó profundamente, mitad en agradecimiento, mitad en apasionamiento.

Bill Kaulitz está contento con ese regalo y considera que Tom Kaulitz no podría haber sido más asertivo.

Porque si le hubiera regalado una cadena, un anillo o algún brazalete como símbolo de su amor, la gente chismosa preguntaría por qué llevaría siempre encima un simple regalo de su hermano. Además, en algún momento tendría que quitárselo, aunque sea por unos segundos.
No ocurre lo mismo con la perforación. Ésta no necesita explicación y puede ser tan eterna como un tatuaje, si así lo quisiera.

Bill Kaulitz es conciente de esto, y Tom Kaulitz también.

Su hermano había elegido algo que no le interesara demasiado a la gente, lo que lo convertía parcialmente en privado. Y él quiso colocárselo en un lugar de su cuerpo alejado del ojo público. Un lugar con el que Tom se ensaña cada vez que tienen la oportunidad de estar a solas; que lame, frota y acaricia con fervor; que nombró como suyo y que Bill decidió que así fuera.

Bill Kaulitz es plenamente conciente de esto, y quiere que los demás lo vean pero no lo sepan.

Así que ese día tomó a Tom de la mano y se apuraron hacia el estudio de tatuajes y piercings. Recostado sobre el sillón, miró pícaramente a Tom y le pidió al perforador que fuera su hermano quien coloque el aro. Los ojos de ambos se fundieron en lujuria y cariño cuando Tom acarició su adolorida tetilla y cerró el piercing con la bolita de plata.
Había pedido que lo hiciera su gemelo porque ese lugar es de él y sólo él puede tocarlo.
Porque a su vez, ese lugar se lo regaló a Tom, porque Tom es el único que siempre quisiera llevar consigo; aunque tenga que limitarse a ser de ese modo: lejos de ojos y sospechas ajenas. Aunque tenga que hacer íntimo lo único que adoraría gritar.

Bill Kaulitz es conciente de ello.
Tom Kaulitz también.
Los demás, no.

Eso, considerando las circunstancias, es lo que más le interesa.

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