Fandom: Tokio Hotel
Rate: PG
Pairing: Biorg
Resumen: Donde Los Ángeles se topa con la sinceridad y otras pretensiones.
El humo de los cigarrillos en la sala se había vuelto
asfixiante, pero cuando Georg se apoyó sobre el borde de la ventana y se asomó
para respirar aire fresco, notó que la atmósfera contaminada de Los Ángeles le
producía una sensación similar. Millones de soñadores y playas y luces de neón
iban de la mano con polución y asperezas. Pero siempre pensó que cuando apenas
se empezaba, los sueños, los deseos y la belleza ofuscaban lo demás.
—Te cortaste el cabello… ¿por qué ya era hora? —oyó la
pregunta mucho más pronto de lo que hubiese esperado. El tono de Bill siempre
tuvo una reminiscencia sarcástica que aprendió a maquillar en los momentos
adecuados para las cámaras.
Bill apestaba a cigarrillo y Georg se sintió completamente
asfixiado otra vez. Quizá el olor no era el problema, quizá había demasiado
dióxido de carbono a su alrededor.
—Sí, lo era. Ya estoy cansado de leer disparates como que
Gustav se enamora de mí por mi cabello o que Tom tira de él cuando tenemos sexo
—contestó.
—Las fanáticas no son el problema.
En ese momento, Georg detestó que Bill no preguntara. Bill
nunca lo hacía, solo afirmaba. Y si se equivocaba, que el otro no lo sepa. Era
tan seguro de sí mismo que olvidaba no ser impertinente.
—A veces sí, a veces no —suspiró y se giró hacia su
compañero. Tenía puesto esos lentes Buddy Holly que no necesitaba y bálsamo
labial—. Quise ser sincero. Tom lo fue, cuando contestó «tarde». Gustav
también. Pregonamos el hacernos oír, entonces que me oigan.
—Nadie lo va a entender —bufó Bill. En respuesta, él solo se
encogió de hombros—. Así que era hora de anunciar que me olvidaste.
Volvió a encogerse de hombros. «Seguir adelante», corrigió. Bill
bufó nuevamente, ofendido. Pensó que a él se le daba muy bien el papel del
interrogador y el de la víctima, aunque no sabía cómo lo lograba. Georg, en
cambio, estaba cansado de jugar el papel defensivo, no lo sentía suyo.
—Prometimos que íbamos a comportarnos como adultos y que
nuestra relación laboral no se iba a ver afectada. Ya demasiado tiempo está
tomando este disco.
—Quizá fuimos demasiado optimistas. Parte de nuestro trabajo
es parecer unidos y eso es difícil cuando no quieres estar ni a dos pasos de
mí.
Georg suspiró. Lo había logrado cuando era al revés y sentía
que no podía estar alejado ni unos minutos de su cintura o su risa. No debería
ser complicado ahora.
Se giró nuevamente hacia la ventana. Los Ángeles era
calurosa incluso en invierno y estaba poblada de sueños devenidos en
realidades. Era él en ese momento, con las manos lastimadas por el bajo y
pretendiendo estar bien. Era él, queriendo ocultar sus sentimientos agónicos
tras un corte de cabello y llenar sus pulmones de mentiras.
—Hay algo poéticamente trágico en todo esto —farfulló Bill,
apoyado contra la pared.
—No puedo verlo —rió con amargura. Ellos solo eran escombros
de sueños y memorias ingenuas. Otro par más en la ciudad de Los Ángeles—, pero
tú seguramente lo harás. Solo no escribas canciones con ello.
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